En un acto incluido a última hora en la agenda de su viaje pastoral a Myammar y Bangladesh, el Papa Francisco tiene previsto encontrarse hoy , 1 de diciembre, con los refugiados rohingya de Myanmar en un encuentro interreligioso por la paz que tendrá lugar en Dacca, Bangladesh.
Cáritas Bangladesh, que trabaja en los campos de refugiados, está colaborando en la organización del evento a favor de la paz de Dacca. Como ha señalado el arzobispo de la capital bengalí, cardenal Patrick D’Rozario, “esperamos que el Santo Padre hable sobre la situación de los refugiados musulmanes. Estas personas están siendo atacados ante nuestros ojos y ellos tienen derecho a tener tierra, un hogar y a vivir en paz”.
Bangladesh está atravesando una de las peores crisis humanitarias de su historia debido a la afluencia sin precedentes de refugiados de la vecina Myanmar. En el lapso de tres meses, más de 620.000 refugiados han llegado al estado de Rakhine, huyendo de la violencia y sin apenas efectos personales. Los barcos cruzan el río Naf, la frontera natural entre ambos países, abarrotados con familias, niños y ancianos, que han gastado importantes sumas de dinero para poder cruzar.
Testigos de la violencia
En los campamentos atestados de gente, los trabajadores de Cáritas Bangladesh son testigos de los relatos de los supervivientes que han padecido terribles torturas y han perdido a sus seres queridos, incluidos niños, en los ataques. A menudo, las familias han tenido que huir en medio de las incursiones, ver cómo ardían sus casas, esconderse en la jungla, caminar durante varios días sin comida y cruzar arroyos llenos de cadáveres. Las necesidades humanas, emocionales y físicas de los refugiados son inmensas.
“Los hombres jóvenes fueron atados a los árboles y quemados vivos”, esplica Roshida Bagon, una madre de 38 años que ahora es acompañada por Cáritas en el campamento de Kutupalong. “No podíamos hacer nada. Nuestra casa se quemó cuando nos atacaron. Escapamos presas del miedo. Caminamos durante cuatro días, hambrientos. Nos escondíamos en el monte y viajamos junto a otra mucha gente. Fue una pesadilla para nosotros. No podíamos dormir. Cualquier sonido que escuchábamos, nos aterrorizaba”.
“Cuando estábamos cruzando un pequeño río, había cadáveres flotando y tuvimos que cruzar entre ellos. En un momento dado, tuve que sujetar mi nariz y meterme bajo el agua para esconderme de los militares. No sabíamos hacia dónde nos dirigíamos, no sabíamos dónde quedarnos o a dónde ir”.
Poco tiempo después de llegar al campo de refugiados, Roshida, que estaba embarazada cuando huyó con sus hijos pequeños, su esposo y sus hermanos, y su anciana suegra, contó al equipo de Cáritas que había tenido un aborto involuntario.
Al menos, ahora se sienten seguros. “Mis hijos—afirma— están felices de estar aquí. Estamos viviendo como vecinos y amigos, ayudándonos unos a otros. Hay un sentido de comunidad en este lugar”.
Regresar en paz
En el campamento de Thangkhali, donde Cáritas distribuye comida y ayuda de primera necesidad a las familias, Zahura Khatun, de 35 años y procedente de Maungdaw, recuerda el día de su huida. “En el instante en que comenzaron los ataques, recogimos nuestras cosas para escapar. Sabíamos que teníamos que correr, porque estaban matando gente y arrojándolos a las zanjas”.
Zahura era dueña de una tienda de cosméticos y productos de belleza. Le robaron todas las existencias antes de incendiar el local. Su hija Sadia saca una pequeña bolsa con brillantes prendedores de pelo. Es todo lo que les queda de su exitoso negocio.
“La casa que construimos durante 5 años se redujo a cenizas en unos minutos”, dice Zahura. “Ese fue nuestro peor día”. Ella huyó con su esposo, su hermano y cinco hijos.
Un mes después de vivir en el campamento, su habilidad comercial ha vuelto a ponerse en marcha. Como pudieron traer paneles solares con ellos, su familia tiene electricidad continua en su nueva tienda, lo que les permite ofrecer a las personas la opción de cargar sus teléfonos a un precio reducido. Zahura, que es una modista experta, pudo rescatar también su vieja máquina de coser. Aunque actualmente no funciona, tiene la intención de encontrar a alguien que se la arregle para poder empezar cuanto antes a coser la ropa para su familia y poder obtener también algún ingreso.
“Solo necesitamos tener la oportunidad de trabajar”, dice Zahura. “Mi único deseo es volver a casa pero, al mismo tiempo, no se trata solo de regresar. Se trata de regresar en paz”.
Lo que está por venir para estas familias rohingya es una incógnita. Todavía no se determinado si tendrán la oportunidad de quedarse en Bangladesh., ni tampoco se sabe si tendrán la opción de regresar a Myanmar de manera realmente segura y pacífica, que es lo que muchos refugiados prefieren.
“La situación es un verdadero desafío”, dice James Gomes, director regional de Cáritas Bangladesh, cuyo equipo está prestando ayuda humanitaria a 70.000 refugiados rohingya. “Cáritas está defendiendo la dignidad humana de estas personas. Niños, ancianos, mujeres embarazadas y personas discapacitadas están llegando a Bangladesh después de un atroz sufrimiento. Debemos cuidar de ellos con la máxima dedicación”.
Apoyo de Cáritas Española
Desde el pasado mes de septiembre, Cáritas Española viene dado una respuesta solidaria a la llamada de emergencia lanzada por Cáritas Bangladesh para atender a los miles de desplazados forzosos de la etnia rohingya que han huido desde la vecina Myanmar a causa del estallido de violencia.
Cáritas Española ha aportado hasta la fecha 100.000 euros al plan de emergencia lazado por Cáritas Bangladesh para socorrer a 70.650 personas ubicadas en el distrito fronterizo de Cox’s Bazar, en las áreas de Ukhiya y Teknaf. Esta primera intervención humanitaria de la red Cáritas en el terreno se concentra, de forma prioritaria, en la distribución de alimentos y artículos de primera necesidad.