Nuestra Cáritas está compuesta por personas que tienen una historia de vida que contar. Por eso, hemos querido rescatar esas memorias que viven en cada uno de los que componen esta organización a través de esta nueva sección; hilos que conectan vivencias y experiencias de participantes, trabajadores y voluntarios que nos cuentan sobre sus sueños y anhelos, en su búsqueda de un crecimiento personal y una sociedad más justa y solidaria.
Miguel (nombre ficticio para resguardar su identidad) logró dejar su adicción después de 35 años. Su determinación y perseverancia demuestran que se pueden superar este tipo de problemas tan complejos. Mientras se prepara para enfrentarse al mundo real, nos relata su historia de lucha y cómo su paso por Cáritas le ha vuelto a dar una nueva posibilidad en la vida.
Los termómetros marcan más de 35 grados en Cabrerizos, el escenario donde nos hemos trasladado para conocer nuestro primer relato de vida. Allí, se lleva a cabo el taller de huerto organizado por el Centro de Día de tratamiento y prevención de drogodependencias de Cáritas Salamanca, donde se forman personas de 2º fase que realizan tratamientos contra las drogas.
Nos acomodamos bajo la sombra de un árbol para conversar con él, un hombre de 55 años que es participante del Centro de día y pasa la mayor parte del tiempo en este taller, realizando labores de jardinería y viverismo.
Ahí, rodeado de áreas verdes y junto a la ribera del río Tormes, nos cuenta lo que ha sido su paso por Cáritas y cómo ha cambiado su vida. Con un semblante amable y decisión en sus palabras, Miguel nos relata cómo llegó, hace dos años y medio al Centro de Día, producto de una adicción a la cocaína. “Tuve un negocio de hostelería, pero lo que ganaba, lo gastaba. Llegó un momento que gastaba más de lo que pensaba; tuve que cerrar y ya no tenía ni para comer. La familia se desentendió de mí porque vieron que ya era un caso perdido”, relata recordando con cierta melancolía el alejamiento de familiares y amigos.
Según el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías, un 11,2% de la población española entre 15 y 64 años ha probado alguna vez la cocaína, lo que se traduce en tres millones de personas en todo el país. Durante 35 años, Miguel fue una de esas personas sumidas en el consumo. Hace dos años y medio tocó fondo cuando se vio viviendo en la calle, sin tener dónde ir o a quien acudir.
Hoy, Miguel es una persona más decidida. Hace un año y medio que no consume y volver a hacerlo sería perder todo lo logrado. “Tengo claro que para mí una recaída sería la muerte, porque nadie volvería a confiar en mí. He tenido un cambio de estilo de vida total”, expresa dejando ver que su mayor miedo es perder nuevamente a su familia. Romper esos vínculos que le ha costado tanto recuperar con sus hijos y hermanos, significarían dejar de vivir.
Un nuevo comienzo
Después de estos años de tratamiento y recuperación, Miguel siente que es otra persona, destacando además la excelente relación que tiene con sus compañeros del centro. Su trabajo principal es en el huerto de Cabrerizos, el cual disfruta y ve como una fuente de trabajo a futuro. “Cuando llegué a jardinería no tenía ni idea, pero quería seguir avanzando. Aquí tienes apoyo, psicólogos y ayuda de quienes trabajan”, nos cuenta con la intención de quedarse en Cáritas los próximos años.
En sus ojos se puede ver esperanza y el brillo de una nueva oportunidad; sin temor al futuro. “Tengo ahora más ganas de vivir que nunca. Me hace ilusión todo. Me encuentro fuerte y con ganas, estoy muy motivado. El Centro de Día y (el Centro de acogida) Padre Damián me han dado la vida y mucha fuerza de voluntad”, expresa con una determinación envidiable.
Al mismo tiempo, para él, otra de las claves para salir de las drogas y alejarse de ese mundo, es la familia. “Yo tengo una cuñada a mi lado en todo momento; eso es cuidar a una persona. Me siento protegido”, comenta con orgullo y seguridad.
Muy pronto termina su periodo en el Centro de acogida Padre Damián y empieza a encaminarse a la última fase en el Centro de día. Después de dos años y medio, se volverá a enfrentar al mundo. Piensa en buscar una vivienda, continuar en la hostelería y seguir con las labores de jardinería aprendidas en el centro. “Tengo que dar el paso. Tengo mucha ilusión, pero mucha cautela (…) Para mí es un avance, pero la droga va a estar llamando a mi puerta toda la vida. Pero yo estoy preparado (…) Soy precavido, sé dónde hay que ir y donde no hay que ir”, revela con voz firme y seria.
Miguel no sólo ha recuperado la relación con su familia y especialmente con su hijo pequeño, sino que también recuperó el vínculo con él mismo y, durante este tiempo, ha comprendido la importancia del amor propio. “Tienes que quererte, no pensar en lo que diga la gente (…) Cómo no te quieras tú, nadie lo hará. Yo ahora me quiero”, expresa determinante con una mirada clara y genuina, con ganas de aprovechar esta nueva oportunidad que le da vida.
Rafaella Zuleta, voluntaria de Cáritas Salamanca.