El aumento del precio de la vivienda dificulta la situación de muchas familias vulnerables, incapaces de afrontar gastos y cubrir sus necesidades básicas y que obliga, en ocasiones, a compartir vivienda. Ante esta alarma, el área de acogida de Cáritas Diocesana de Salamanca comparte sus inquietudes sobre la realidad de pobreza que existe en torno a la vivienda:
La crisis de la vivienda nos ha llevado a situaciones que se alejan de lo que podríamos denominar una vida digna: personas y familias compartiendo casa. En Cáritas, llevamos años sensibilizando a la sociedad y acompañando a personas que sufren este problema que no solo persiste, sino que aumenta y trasciende a los colectivos más vulnerables. afectando a personas a las que esta situación les quedaba lejos.
Vivir en alquiler se ha convertido en un factor de pobreza para las personas y familias con rentas bajas y medias, llevando a una nueva realidad: COMPARTIR VIVIENDA.
Situaciones diferentes, mismo problema
Encontramos perfiles bien claros: por un lado, las personas solas viven en habitaciones y la vivienda conserva el salón, compartiendo ese espacio en el que se facilita la convivencia. En otras ocasiones, los propietarios han convertido el salón en una habitación más, porque eso suma ingresos. No hay lugar de relación; cada uno tiene su habitación como único espacio vital.
Esto era habitual en nuestra ciudad entre los estudiantes universitarios como forma de economizar su estancia. Sin embargo, encontramos adultos para los que este modelo supone la única forma de sobrevivir, debido a la precariedad de su economía y el elevado precio que el alquiler ha experimentado.
Por otro lado, las familias. A veces, viven en una misma habitación familias enteras: monoparentales muchas veces, con ambos progenitores otras; los niños no tienen espacio para estudiar, jugar… Solo si comparten vivienda con otras familias de características similares, con hijos de edades semejantes, la convivencia puede ser más llevadera. En el caso de las familias, esta situación ha aumentado en los últimos años, viéndose forzadas a vivir así tanto por el precio de la vivienda como por la dificultad del acceso a la misma.
Compartir vivienda no es lo que desean las familias, ni la mayoría de las personas: “se hace porque no nos queda más remedio, no tenemos dinero suficiente para pagar un alquiler nosotros solos” (Jessica, 34 años).
Inseguridad y conflictos
En ambos casos, surgen dificultades claras: la vivienda ya no es lugar donde refugiarme y disfrutar de un espacio de intimidad, de crecimiento. Es un lugar donde convivir con otras personas ajenas sin suficiente privacidad. Las zonas comunes y su uso tienen que estar bien pactadas para no ser fuente de problemas. Los gastos comunes también son fuente de conflictos, porque además de estar claros deben pagarse en tiempo y forma convenidos. Y así podríamos enumerar otros factores que se generan en cualquier convivencia.
“La parte más dura que nos ha tocado vivir compartiendo alquileres es los diferentes caracteres de las personas. Sientes hasta angustia. Es muy difícil, porque nadie llega a querer invadir el espacio de otra persona. Pero tú tienes confianza, porque te están abriendo la puerta, te están dando el permiso de vivir y de compartir ese espacio.” (Rosi, 55 años e hijo, comparten vivienda en una casa con cuatro habitaciones alquiladas.)
En ocasiones (especialmente las familias monoparentales) ven en esta situación un apoyo a la hora de organizarse y apoyarse con los hijos pequeños. Este elemento lo valoran de forma muy positiva si todo lo demás fluye de forma positiva.
“Alquilo una habitación porque es lo único que me puedo permitir. Para mí ha sido muy bueno porque no estoy solo; tengo una hija adolescente y me quedo muy tranquilo cuando tengo que trabajar, porque sé que está cuidada. La familia con la que estamos nos ha acogido muy bien.” (Eugenio, 58 años)
Caritas acompaña a personas en esta situación ofreciendo apoyo económico o asesoramiento cuando es necesario. Durante los meses de enero a septiembre, desde el proyecto de acogida hemos apoyado a más de 300 personas y/o familias que comparten vivienda. Esto se lleva a cabo gracias a la financiación del IRPF de la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento y la Diputación de Salamanca, junto con fondos propios.