Bajo el lema “Como Jesucristo, obligados a huir” se celebra la jornada mundial del migrante y refugiado el domingo 27 de septiembre.
En un contexto global condicionado por la pandemia del COVID 19, nos paramos a mirar los riesgos para aquellos que por su condición de migrantes y refugiados, tienen mayor vulnerabilidad. En un tiempo en el que todos nos hemos sentido muy vulnerables, quizás sea más fácil ponerse en el lugar de otros que siempre han estado sintiendo esta vulnerabilidad desde antes de abandonar sus países.
En la actualidad, casi 71 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a conflictos armados, violencia generalizada o desastres naturales. De estos, casi 26 millones son refugiados. Lamentablemente, el Mar Mediterráneo se ha convertido en el cementerio más grande del mundo, donde más de 20.022 personas perdieron la vida desde el año 2014 (ACNUR 2020, OIM 2020).
El Papa Francisco, en su mensaje para esta jornada, nos sugiere varios pasos para avanzar en la acogida y la integración: “Es necesario conocer para comprender. Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados.”
Hay que hacerse prójimo para servir. Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden acercarnos y servirles con amor. Esto significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos. Estar cerca y hacernos disponibles.
Para reconciliarse se requiere escuchar. El amor, el que reconcilia y salva, empieza por una escucha activa. En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad.
“Para crecer hay que compartir. Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y los mismos sueños, nos confirma que nadie se salva solo.” Afirma el Papa Francisco.
Se necesita involucrar para promover. A veces, el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas. Si queremos realmente promover a las personas tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. Debemos «motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad» (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).
Es indispensable colaborar para construir. La construcción del Reino de Dios es un compromiso común de todos los cristianos y por eso se requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones. Y en el actual contexto, es necesario reiterar que: «Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.
Desde Cáritas Diocesana de Salamanca, hacemos nuestro este mensaje y en la Jornada del migrante y refugiado, invitamos a todas las personas a poner en práctica estas propuestas, con gestos sencillos y cotidianos que pueden ayudar a construir un mundo mejor para todos.