El sacerdote diocesano, D. Jesús García Rodríguez, falleció ayer viernes, 8 de enero, a los 89 años de edad. Su capilla ardiente está instalada en la sala número 7 del Tanatorio San Carlos Borromeo, y su funeral se celebrará hoy 9 de enero, a las 16.30 horas, en la parroquia de Jesús Obrero.
Natural de Morille (1931), don Jesús realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario diocesano de Salamanca y fue ordenado sacerdote en Salamanca el 4 de julio de 1954 por el obispo Francisco Barbado Viejo, quien le encomendó la misión pastoral de coadjutor en la parroquia de Sancti Spiritus y San Martín, en la ciudad. Dos años después, le nombró coadjutor de la parroquia de Peñaranda de Bracamonte. En 1958, el obispo le designa capellán de las Carmelitas Descalzas de Peñaranda y ecónomo de la parroquia de Jesús Obrero, en el barrio de Pizarrales en Salamanca, donde desempeñó su ministerio como párroco desde 1959 hasta su jubilación en 2006.
Durante los 47 años que sirvió a la comunidad parroquial de Pizarrales, el barrio, por aquel entonces “marginado y olvidado” como lo calificó, experimentó una gran transformación social fruto de la solidaridad y la comunión de numerosos laicos comprometidos de la comunidad parroquial y de otros grupos y colectivos sociales de la ciudad, que se hicieron presentes en el mundo de la marginación y la exclusión social. Gracias a su compromiso consiguieron canalizar el agua corriente en el barrio; crearon una cooperativa y construyeron 600 viviendas en los barrios Blanco y de Pizarrales; fomentaron la educación en el barrio donde el grado de analfabetismo era muy alto, gracias a las escuelas de San José y a la escuela de adultos donde muchos vecinos consiguieron su certificado de estudios primarios y el graduado escolar; y, entre otras acciones sociales, crearon una unidad de alcohólicos rehabilitados. Por toda esta labor fue distinguido en 2011 con la medalla de Plata al mérito en el trabajo.
A lo largo de su ministerio, don Jesús asumió otras tareas pastorales. Así, fue vicario de pastoral y a principios de la década de los 70, delegado de Cáritas diocesana, y delegado diocesano de Pastoral de la Salud, desde 1990 hasta 2014. Además, fue miembro de los Consejos de Pastoral y Presbiteral; arciprestre el arciprestago nº 1; capellán de la Residencia de mayores de las Hermanitas de los Pobres de Salamanca, donde residía en la actualidad, y Consiliario Nacional de Fe y Luz. También fue uno de los directores espirituales de la Hermandad de Jesús Despojado.
Un hombre comprometido con los más necesitados que deja huella en todas las personas con las que compartió su vida.
Descanse en paz.
Imagen y texto Servicio de Comunicación de la Diócesis de Salamanca.