A solo dos semanas de que comience la III edición del voluntariado internacional de Cáritas Castilla y León en Puyo (Ecuador), nuestra voluntaria y periodista Esther Sánchez conversa en el Espacio verde de junio con María, Raquel y Celia. Las dos primeras, voluntarias salmantinas participantes en la edición 2023. La tercera, representante de Cáritas Salamanca en la edición de este año. Tres jóvenes conectadas por una experiencia profunda en plena Amazonía:
Hoy entrevistamos a Raquel y María sobre sus experiencias como cooperantes el año pasado, y con Celia sobre sus “miedos por lo que deja aquí”, a quince días de emprender viaje a la región de Puyo en Ecuador, en plena selva amazónica.
Las vivencias que nos trasladan María y Raquel son las de una aventura de enriquecimiento personal. “Allí están normalizadas todas las carencias, y cuando vuelves, vienes un poco enfadada, porque no somos conscientes de todo lo que tenemos. Vienes con ganas de contarlo, de valorar lo afortunados que somos. Mis reacciones ahora ante estos temas son distintas”, afirma María. “Ya no conozco las cosas porque me las cuenten; yo he visto esto en primera persona”, asegura.
Su compañera Raquel está de acuerdo. “Ha pasado un año y, a pesar del tiempo, desde que volví valoro mucho más todo lo que tengo, incluso lo más pequeño. Yo ahora considero privilegios cosas básicas como la salud o el agua potable, que allí algunas comunidades no tienen. También he aprendido a relativizar todo. Incluso te planteas: yo podría haber nacido en cualquier otra parte del mundo y siento agradecimiento por vivir aquí”, concluye.
Cuando les preguntamos por lo que más les ha impactado, las dos jóvenes se refieren, por encima de todo, a las historias de los más pequeños y a dúo recuerdan a una niña de 8 años haciéndose cargo de toda su familia. “Desde tu posición hay situaciones que parecen impensables”, afirma Raquel, “pero no hay que juzgar. Hay que respetarles, aunque es duro de ver y duro de respetar”. “Con 8 años son adultos”, añade María, “pero su relación con todo es diferente a la nuestra. Son conscientes de la vida y la cultura que tienen y respetan sus tradiciones. Hay cosas que tendríamos que envidiar como su sentimiento de comunidad, especialmente entre las tribus indígenas y su relación con la madre naturaleza”.
Conexión con la naturaleza
En este aspecto interviene Celia para decirnos que, como estudiante de Ciencias Ambientales, quiere comprobar cuál es la relación que se tiene allí con la naturaleza: “Sabemos que ellos la perciben de diferente manera a como lo hacemos nosotros. Han aprendido a vivir con ella y como algo más que un recurso. La cuidan, aunque su concepto de cuidarla es más de respeto. No la explotan. Tan solo cogen lo justo, lo que necesitan para comer”.
Las voluntarias del 2023 le dan la razón y añaden: “Allí no se sienten como aquí con el derecho a esquilmar la naturaleza, sino más bien respetarla. Aquí se ha pervertido todo y allí hay cosas que no se entenderían. Por ejemplo, que haya que poner un cartel de prohibido hacer fuego en el monte. Ellos saben qué tienen que cortar, qué hay que coger en cada momento. No explotan los recursos, conocen los tiempos, los ritmos… Se sienten parte de ella, de algo que es más grande y se movilizan cuando la ven amenazada”. Las dos recuerdan una marcha de varios días de la comunidad Sarayaku andando por la selva, porque una compañía petrolífera amenazaba con acabar con una zona de la selva.
Toda la conversación gira en torno a una idea: “ni sus vivencias ni sus realidades pueden compararse con lo que tenemos nosotros aquí”, afirma Raquel. “La relación con todo es diferente y aunque el conocimiento del mundo exterior les produce curiosidad, son conscientes de la vida y de la cultura que tienen y también la quieren conservar”. María, por su parte, añade: “te planteas muchas cosas, como por ejemplo que ellos pueden tener menos recursos, pero también tienen menos problemas”.
En defensa de los derechos
Respecto a la forma de ayudar, María explica algunas pautas que son compartidas por Raquel y Celia: “La labor que hace Cáritas es la de hacerles ver que tienen unos derechos que hay que reclamar. Por ejemplo, el derecho al agua potable. Si no tienen agua potable, no hay sanidad y empieza el círculo vicioso de las enfermedades. Pero no iría más allá. Hay que respetar su realidad y su forma de vida. Los niños son adultos tempranos, pero también son muy felices, sobre todo en la selva. Y si hay algo que no reclaman es porque no lo necesitan. Hay que ver la situación desde su punto de vista, no desde nuestra perspectiva europea”, reclama.
Finalmente, al hacer balance, ambas coinciden en que “das, pero recibes mucho más, y cuando vuelves, lo haces con otros ojos, se te rompe la burbuja. Cuando sales de aquí, lo haces con unos chips, pero no sabes lo que te vas a encontrar”. Mientras que Celia, a punto de empezar su experiencia, comparte su incertidumbre: “voy sin expectativas, planteándome que podré dar”.