Lejos de ideologías de uno u otro color, desde Cáritas queremos compartir nuestro sentimiento de apoyo a la mujer, inevitable en estas fechas, dando a conocer la labor que han hecho algunas a lo largo de estos difíciles meses de pandemia. Su misión ha sido la de contagiar solidaridad, tal y como nos proponía el lema de Manos Unidas de este año, en este caso no solo para combatir la pobreza, sino para combatir la soledad, los momentos de crisis o situaciones concretas, que necesitaban de una palabra amiga, momentos de diálogo, que como explica el Papa Francisco en Fratelli Tutti , 198 “ayuda al mundo a vivir mejor”. Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta”.
Las mujeres de Cáritas con las que hemos dialogado han sabido encontrar las palabras justas para cada momento, buscando como dice Mario Benedetti “el lado íntimo de las horas”. Es la “cultura del encuentro” de la que también habla el Papa Francisco: “comunicar bien nos ayuda a conocernos mejor entre nosotros, a estar más unidos. Los muros que nos dividen solamente se pueden superar si estamos dispuestos a escuchar y a aprender los unos de los otros. Necesitamos resolver las diferencias mediante formas de diálogo que nos permitan crecer en la comprensión y el respeto.”
Y es que nos ha tocado vivir tiempos en los que la palabra ha sido la única herramienta posible para el intercambio social. Con la palabra hemos tenido que sustituir el abrazo, el calor del contacto directo, la complicidad de una sonrisa, la ternura de un beso. Nuestras mujeres, estas que os presentamos a través de estas líneas, han demostrado que se puede acariciar con la palabra. Las palabras pueden utilizarse para expresar sensaciones y emociones más allá del lenguaje, qué es un recurso simple con el que, sin embargo podemos conectar íntimamente con los demás, siempre que se haga desde la sensibilidad y desde la generosidad.
IGUALDAD
“Puedes llamarme Carmen, Ana, Yolanda, eso da igual… Participo en el centro de día de atención a las drogodependencias de Cáritas, y hoy os hablo de mi experiencia en el taller de la revista. He pasado por esta vida como de puntillas, pensando que mi palabra, mi forma de hacer las cosas, no tenía ninguna importancia. Sólo quedaba bien cuando estaba callada, o eso pensaba yo.”
Hasta que en su camino apareció una luz en medio de las tinieblas y decidió seguirla; es así como nos define su llegada a este recurso, donde su vida se ha transformado en esperanza y voluntad, resumiendo, como ella dice: EN VIDA: “En vida y de la buena. Porque aquí veo que mi palabra y mi persona sirve y se respeta, valorando mí forma de hacer las cosas. En la revista ahora estoy haciendo entrevistas a todas las mujeres que están aquí. Coincidimos en muchas cosas que yo pensaba y que no decía, creyéndome que estaba sola. La revista es como un pequeño poder que tenemos todas en conjunto, es una voz en esta sociedad que parece a veces sorda y ciega y todavía se resiste a vernos en el lugar que siempre deberíamos haber ocupado, el de la igualdad”.
ACOGIDA
Rosa Rodríguez es una de las mujeres que forman parte del equipo de Acogida o de Atención Primaria de Cáritas. Su palabra, su tono de voz, sin duda, transmiten calma y aunque como ella dice: “siempre hemos sido muy de puertas abiertas”, las circunstancias de la pandemia las han obligado a utilizar medios “fríos”, como el teléfono o el ordenador. “Pero – añade Rosa– no hay nada que sustituya una sonrisa, una mirada, el lenguaje de las manos que se aprietan o se mueven nerviosas, una abrazo…. En estos meses no nos ha quedado otro remedio que hablar a través del teléfono. Con personas y familias en las que el proceso ya estaba iniciado, ha sido más fácil y lo que hacíamos era hablar y hablar. La persona te contaba primero su situación y en muchos casos, los emigrantes luego te contaban como estaba en su país. A veces, notabas que no podían hablar, que te pedían que llamaras en otro momento. A través de un sexto sentido detectabas conflictos de convivencia. En los casos nuevos ha sido más difícil, porque había que transmitir a través de las palabras, ese clima de afecto necesario para conseguir cercanía, tenías que generar confianza a través de la palabra. Cuando hablo con las personas, yo soy muy llana, no utilizo tecnicismos. Me adapto mucho a la persona y les dejo que hablen, que hablen hasta donde quieran. La acogida es la relación que se establece entre dos personas siempre desde el respeto y evitando juzgar. Me apasiona mi profesión. Cuando me quedo a solas conmigo misma, me doy cuenta de lo que más importante para mí es ayudar a las personas”.
COMPAÑÍA
Uno de los males de la sociedad de hoy es la soledad. Nuestra conversación con Azucena Sánchez, voluntaria del grupo de mayores de Villamayor, se convierte en una reflexión sobre este tema.: “Cuando una persona, que en este caso son mayores que están solos por circunstancias, te reclaman atención, compañía,…, nos está dando pistas de lo que hoy necesita el ser humano. Internet, los ordenadores, los móviles, los juegos y a las nuevas tecnologías, dan la falsa sensación de estar siempre ocupado y entretenido. Y ellos, los mayores, nos están diciendo que no es así, que nada ni nadie puede sustituir el amor y la ternura de otro ser humano, que es necesario el calor, el contacto, hablar y compartir con otros lo que sientes”.
Azucena habla con mucha dulzura y comparte con nosotros ideas que solo se perciben desde la sensibilidad y el cariño por los demás “Dios es muy sutil. Si algo me han enseñado las experiencias con los mayores es que Dios no se acerca a nosotros de forma ruidosa o con grandes acontecimientos, sino al contrario, a través de cosas pequeñas. Hoy en día queremos hacer todo deprisa y corriendo y la gente lo que necesita es pararse y escuchar, hablar, porque algunas personas están muy solas y sin embargo, tienen cosas qué decir. Sólo hay que saber escucharlos. Solos somos muy pequeñitos. Todos tenemos algo que aportar y yo estoy recibiendo mucho de este compromiso que un día adquirí desde la humildad”.
SUPERAR BARRERAS
Belén Gil Ramírez es otra voluntaria, en este caso de alfabetización del Centro Intercultural Baraka, donde la palabra adquiere todo su valor fundamental. “El tema lingüístico – afirma Belén- es una barrera que no ponemos de manera voluntaria, pero que existe, y es una de las primeras con las que se encuentran y que les dificulta para superar el resto. Cuando vienen, saben saludar y poco más. Aquí les vamos enseñando palabras con las que van derribando muros en su vida cotidiana. Luego pasamos a la escritura, pero lo más importante es la confianza que van adquiriendo. ”.
Para Belén, profesora también en su vida laboral, lo más importante son las risas, las miradas de agradecimiento, la alegría compartida cuando consiguen identificar una palabra con su significado. “Los ratos que compartimos, el interés que tienen por progresar, la atención que te reclaman, todo te transmite una gran alegría, que a veces es como magia. Hay un componente que va más allá de la palabra y es el afecto. Hacerse entender donde hay tantas diferencias, y no solo de idioma, es algo apasionante. Nos reímos mucho y eso es impagable. Para ellas, que durante un tiempo se olvidan de sus complicaciones y para mí, porque es muy reconfortante. Es fundamental levantarse pensando que cada día, cerca de donde vives, sin buscar demasiado, con lo que todos tenemos incorporado en nuestra vida cotidiana, puedes hacer bien a alguien. Aquí lo tenemos todo, pero que eso no es así en otras realidades que tienes cerca”.
Esther Sánchez de la Cruz