La violencia y el desplazamiento forzado azotan el este de la RDC, mientras la comunidad internacional sigue sin actuar.
La República Democrática del Congo (RDC) enfrenta una de las crisis humanitarias más graves del mundo, pero sigue siendo una de las menos visibilizadas. Desde finales de enero de 2025, la situación en el este del país se ha agravado con el avance del grupo rebelde M23, apoyado por Ruanda. Una dramática realidad que viven millones de personas en la región.
Una crisis prolongada y un conflicto por el control de los recursos
El este de la RDC lleva más de tres décadas sumido en la violencia, con grupos armados luchando por el control de sus vastos recursos minerales. Hoy, el país enfrenta la cuarta crisis de desplazamiento más grande del mundo, con más de 7 millones de personas forzadas a abandonar sus hogares debido a los conflictos y los desastres naturales. A esto se suma una alarmante crisis alimentaria: en 2024, más de 27 millones de personas ya se encontraban en situación de inseguridad alimentaria, una cifra que sigue aumentando con la intensificación de los combates.
Desde el 20 de enero de este año, el avance del M23 ha sido imparable. Comenzaron tomando la ciudad de Minova y han ocupado sucesivamente localidades clave como Goma y Bukavu, hasta llegar a Uvira y el territorio de Masisi. La retirada de las fuerzas del Ejército congoleño ha provocado una escalada de saqueos y violencia, mientras otros grupos armados se aprovechan del caos para continuar sus propias ofensivas. Como resultado, los precios de los productos básicos se han triplicado, dificultando aún más la supervivencia de los más vulnerables.
A pesar de las denuncias sobre las graves violaciones de derechos humanos y la explotación ilícita de los recursos naturales, la comunidad internacional ha respondido con declaraciones sin consecuencias. La falta de medidas concretas ha permitido que la crisis se agrave y que miles de personas sigan sufriendo en un contexto de violencia e impunidad.
La administración pública en las zonas ocupadas por el M23 está prácticamente desaparecida. No hay autoridades locales reconocidas y la única información disponible proviene de los rebeldes a través de redes sociales y medios locales. Mientras tanto, la actividad económica está paralizada: los bancos han cortado la comunicación con el este del país y el dinero en efectivo escasea. La inseguridad es extrema, con múltiples denuncias de abusos, saqueos y violaciones de derechos fundamentales. En Bukavu, la prisión central fue incendiada, permitiendo la fuga de miles de reclusos.
Cáritas: un compromiso inquebrantable con la población
Desde 1994, Cáritas Española ha trabajado junto a sus socios locales en el este de la RDC, proporcionando apoyo a las comunidades más afectadas por la violencia y el desplazamiento. Aunque los proyectos regulares han sido gravemente afectados por la crisis, Cáritas sigue prestando ayuda de emergencia para garantizar la supervivencia de quienes más lo necesitan.
Cáritas RD Congo, en colaboración con las diócesis de Goma, Bukavu, Kassongo y Uvira, continúa visibilizando la crisis y coordinando la respuesta humanitaria con el apoyo de Cáritas Española. La Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) también desempeña un papel clave en los esfuerzos de diálogo con los rebeldes para buscar una solución pacífica al conflicto. Sin embargo, el trabajo humanitario en la zona es extremadamente peligroso y requiere autorizaciones del M23, lo que dificulta la llegada de ayuda a los más necesitados.
Este marzo, en el marco del Mes de la Cooperación, Cáritas hace un llamamiento urgente a toda la sociedad para aumentar el apoyo a la Campaña de Emergencia Grandes Lagos de África. En un momento crítico como este, la solidaridad internacional es clave para seguir acompañando a las comunidades afectadas y proporcionarles la ayuda que tanto necesitan.
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