Bajo este título tuvo lugar la segunda conferencia de la Escuela de Formación Social de Cáritas, que este año aborda el tema de la justicia social y los derechos.
Carlos García Andoin nos acompañó ayer por la tarde para reflexionar en torno al tema de la participación. Andoin es Doctor en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad del País Vasco/EHU; teólogo y psicólogo, actualmente director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao.
Comenzó su exposición hablando en primer lugar de consideraciones desde la teoría política, haciendo una introducción desde la declaración universal de los derechos humanos y hablando de los derechos sociales y políticos: “Sin derechos sociales, los derechos políticos, de participación, seguirán siendo un sueño inalcanzable, una ficción inútil o una broma cruel para aquellos muchos a quienes la ley, formalmente, les garantiza tales derechos. Sin derechos sociales, los pobres y descartados no podrán ejercer en la práctica los derechos políticos. Mientras sigan sin recursos, lo máximo a lo que podrán aspirar los empobrecidos es a ser destinatarios de transferencias, no a ser sujetos de derechos.” Afirmó.
En una segunda parte abordó el tema de la crisis de representación: “La crisis que se manifestó el 15-M sigue abierta. Fue una crisis de representación política motivada por la Gran Recesión de 2008 en una economía globalizada y neoliberal.”
Y señaló los efectos de la crisis de representación:
- Fragmentación del sistema de partidos.
- Reducción de capacidad de representación del bipartidismo.
- Dificultad para la gobernabilidad (repetición de elecciones…).
- Polarización de bloques.
- Explosión de populismos.
- Aumento de rechazo ciudadano al sistema político.
Además, contextualizó esta realidad con la situación de pandemia que estamos viviendo, la “solidez de la democracia se ha visto aún más debilitada con la COVID: “La “solidez” de una democracia se fundamenta en un buen diseño institucional pero a ello tenemos que añadir el comportamiento de las élites, el control ciudadano, las decisiones de los electores y la calidad de la clase política, entre otros elementos.”
Andoin interpeló con esta pregunta: ¿la democracia está desfasada? “Hemos diseñado un sistema para sociedades que cumplían condiciones como simplicidad, autarquía, abarcabilidad e instrumentos tecnológicos de escasísima sofisticación. Ahora tenemos un mundo interdependiente, espacios abiertos, soberanías compartidas en muchas regiones del mundo (o por lo menos relaciones poliárquicas), una sociedad mucho más plural, más granular, más diversificada…”
Ante la crisis del modelo representativo, ofreció algunas respuestas:
Modelo pluralista. Defienden procedimientos mayoritarios y desconfían de los procesos deliberativos para resolver el problema de los desacuerdos profundos (referendismo).
Modelos epistémicos o tecnocráticos. Ponen el énfasis en el éxito del resultado. Prestigian a los expertos, a los profesionales, a la ciencia y aluden a la ignorancia política de los ciudadanos.
Modelos lotocráticos. Ponen la confianza en acotar la participación. Definen minipúblicos. Asambleas ciudadanas, jurados que representan mejor a la ciudadanía.
“El único camino para obtener mejores resultados políticos es el largo camino participativo en el que los ciudadanos transforman sus opiniones y actitudes mutuamente para forjar una voluntad política colectiva”. Señaló.
Finalizó con el tema de religión y democracia, en lo que se mostró claro: “Es lo que bien expresa el Consejo de Europa en su resolución sobre “Religión y Democracia”: “Democracia y religión no tienen porque ser incompatibles. Más bien al contrario.”