Mientras un grupo ha viajado a Cantabria para descubrir sus parajes naturales, otro comparte experiencias en Salamanca mediante visitas culturales, paseos y actividades con jóvenes católicos.
Como cada año, el Centro de Día de salud Mental ‘Ranquines’ de Cáritas organiza diferentes actividades estivales, para que sus participantes con trastorno mental grave puedan disfrutar también del verano. Este año, Ranquines ha preparado un conjunto de actividades más recreativas, pensadas para el enriquecimiento personal de los dos grupos en los que se dividió a los asistentes al centro.
Por un lado, a comienzos de julio, un pequeño grupo acompañado por trabajadores y voluntarios, se desplazó hasta Cantabria para compartir unos días juntos alejados del centro. La expedición se hospedó en el Colegio de los PP Paúles de Limpias, quienes tuvieron la amabilidad de hospedarlos en sus instalaciones aun precio muy reducido. Desde allí, realizaron diferentes excursiones a Castro Urdiales, Santoña, Santillana del Mar, Santander y a la playa de Noja. Todas ellas sufragadas por los propios participantes.
Mientras tanto, otro grupo de compañeros ha podido disfrutar de diferentes salidas turísticas y culturales por la capital charra. Incluyendo diferentes visitas guiadas por el Museo del Comercio, la Casa Lis y al Centro Documental de la Memoria Histórica, donde pudieron descubrir a fondo el Museo de la Masonería. Además de disfrutar de un saludable paseo ecológico por la Isla del Soto y el Parque de la Aldehuela.
Por otra parte, tres grupos de jóvenes católicos han podido compartir su tiempo con ellos; dos de Fundación Adsis (el movimiento que comparte su fe, amor y misión a través de una presencia fraterna y solidaria con personas vulnerables) y otro del Centro Universitario Marista de Salamanca. Estos chicos y chicas han animado las mañanas de julio con dinámicas lúdicas, música y talleres de zumba.
Y como es tradicional por estas fechas, todas las tardes de los martes y viernes se han desplazado hasta la piscina de Santa Marta para compartir un chapuzón, donde, según ellos mismos, “algunos intentan emular a los campeones olímpicos de natación mientras la mayoría optamos por, simplemente, sobrevivir a la canícula”.
Un proyecto cofinanciado por el IRPF de la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Salamanca, junto con fondos propios.