Eulalia Jubany, superiora de las Religiosas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y coordinadora del voluntariado de Ranquines, ha explicado durante su intervención en la rueda de prensa que el primer aniversario de este centro ha significado «alegría y esperanza». Alegría por «sueño hecho realidad» que ha supuesto Ranquines, que da respuesta «a una necesidad apremiante en Salamanca», la que tenían aquellas personas que por sus problemas de salud mental no encuentran acomodo en la sociedad, que los estigmatiza y condena, en muchas ocasiones, a la exclusión. «En Ranquines se da una respuesta profesional y terapéutica, pero también cercana y humana». Alegría también, continuó, por la relación que se ha creado en estos doce meses entre los participantes, los trabajadores y los voluntarios. «Todo ayuda a hacer un camino de integración».
Y también esperanza, fundada en el trabajo en red que se ha establecido entre las entidades promotoras del proyecto «para devolver la dignidad a los hombres y mujeres que acuden al centro». «El proyecto tiene futuro y confiamos que se unan ahora instituciones públicas para que podamos emprender la segunda fase, la residencia y los pisos tutelados, tan necesarios para dar una respuesta más general», añadió, no sin antes invitar a todos aquellos que sientan interés a acercarse a Ranquines para participar como voluntarios.
Sobre la implicación de las administraciones públicas, Francisco Berbegal, comentó que se han iniciado conversaciones con la Diputación de Salamanca para facilitar el transporte al centro de día desde los municipios de la provincia a aquellas personas que así lo soliciten. Hasta ahora, Ranquines se ha sostenido exclusivamente con fondos de Iglesia, y tan sólo se cuenta con una aportación del Ayuntamiento de Salamanca.