Como cada mes, tuvo lugar un nuevo círculo de silencio. El acto se celebró al mismo tiempo y por la misma causa en una docena de lugares de Cáceres y en Beja, Portugal.
Tras el círculo se procedió a la lectura del siguiente manifiesto:
Desigualdad, violencia y discriminación son tres conceptos que han perseguido a las mujeres durante décadas y que aún siguen haciéndolo. En muchas partes del mundo continúan:
- los desequilibrios de poder y desigualdad estructural entre hombres y mujeres,
- la limitación de la autonomía y poder de decisión de las mujeres, y
- su acceso a la justicia, a la educación, a la salud y a los recursos económicos, en un intento de convertirlas en ciudadanas de segunda.
Las mujeres constituyen la mitad de la población mundial y por consiguiente la mitad de su potencial.
La igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades pacíficas, con pleno potencial humano y desarrollo sostenible.
Además, está demostrado que el empoderamiento de las mujeres estimula la productividad y el crecimiento económico.
Aunque se han dado pasos importantes en el reconocimiento de los mismos derechos para hombres y mujeres, todavía hoy nos encontramos con restricciones legales que impiden a 2.700 millones de mujeres acceder a las mismas opciones laborales que los hombres.
Si hablamos de violencia contra las mujeres, es la consecuencia más extendida y visible de la discriminación de género y tiene múltiples formas.: La violencia en las relaciones de pareja, la violencia sexual, la violación de mujeres y niñas en contextos de guerra o prácticas como la mutilación genital femenina, son caras de una violencia que se ejerce contra las mujeres por el mero hecho de serlo.
El Papa Francisco, en más de una oportunidad, ha abogado por el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres, su mensaje es claro:
“El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”.
Desde Cáritas somos testigos de que ser mujer es una dificultad añadida cuando se está en situación de vulnerabilidad o exclusión. Por eso, apostamos por un cambio de estructuras y de actitudes y lanzamos un llamamiento a la comunidad cristiana y a toda la sociedad:
– para denunciar las conductas machistas que siguen dificultando la vida cotidiana de muchas mujeres,
– para no ser cómplices de la desigualdad
– y para ser agentes activos en la construcción de una sociedad de personas iguales y libre de violencias.