Carmen, una de las participantes de nuestro Centro de Salud Mental Ranquines para personas vulnerables con trastorno grave, finalizó su proceso personal este martes 21 de enero. A punto de partir de Salamanca, ha querido compartir el testimonio de su experiencia con nosotros, además de agradecer al equipo de voluntarios, técnicos y compañeros por su incansable apoyo, a través de la siguiente carta:
“En estos meses en Salamanca participando como usuaria en el centro Ranquines, llevado por Cáritas Diocesana de Salamanca, me he sentido como en una familia, acompañada y entendida. He participado en diferentes talleres dedicados temas variados: de conocimiento personal, de hablar, de actividad física y de ocio. He ido poco a poco, conociendo los ritmos humanos de las demás personas y de mí misma.
Cuando comencé las actividades en Ranquines, venía con un ritmo trepidante; un no parar y no dejar espacio al ser, a la persona. Era un ritmo frenético e inhumano donde lo importante era hacer y hacer, sin considerar a la persona. No tenía ni capacidad de cansancio y vivía en un activismo constante.
En Ranquines, desde el inicio me he sentido en familia, con personas que escuchan, que animan, que no indagan, que dejan espacio. He convivido con personas de gran corazón, que no critican y lo que aportan es apoyo y cariño. Me llevo grandes recuerdos y un gran aprendizaje en humanidad. Poco a poco voy descubriendo el ritmo del corazón, de las emociones y sentimientos. Con este caminar más pausado aprecio a las personas que me rodean, y me aprecio más personalmente. Una etapa más humana.
Desde estas líneas, quiero agradecer a todos los participantes de Ranquines su gran ayuda en todo momento: a Cáritas, la oportunidad de conocer a esta gran familia que forma, en unión de las diferentes personas, usuarios, voluntarios y trabajadores. ¡Muchas gracias de todo corazón!
Al parar, he palpado la vulnerabilidad, la necesidad de otras personas. La escucha atenta de tantas necesidades ajenas y propias. Ahora lloro, me emociono, expreso, dejo espacio a los sentimientos, que antes tenía atenazados. Veo la poca importancia de comerse el mundo con temas profesionales o económicos. Lo realmente importante es estar, sin miedo a parar, a una inactividad sanadora, que te permite apreciar más a los demás como seres personales e irrepetibles, y a uno mismo como ser amado y respetado, sin necesidad de apariencias ni títulos.
Doy gracias a Dios por este parón humano; por este llevar a dar y darme, a apreciar a unos amigos maravillosos con sus caídas y levantadas; a permitirme un día gris y un día soleado; y poder sonreír a la vida más tranquila, sencilla, cercana a la naturaleza con paseos por el campo apreciando sus ritmos, que son los acordes con las personas, como seres de la Naturaleza.
Al escribir estas líneas me emociono y ¡qué alegría! poder expresar y agradecer lo mucho que he recibido.
Ánimo ¡y feliz año de la esperanza!”
Un proyecto cofinanciado por el IRPF de la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento y la Diputación de Salamanca, junto con fondos propios.