La parábola del Buen Samaritano ha servido como eje de reflexión para los asistentes de diferentes confesiones cristianas, sobre la necesidad de atender a los necesitados desde el amor y la compasión.
Cáritas Diocesana de Salamanca se ha unido un año más a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este en este 2024 tiene lugar entre el 18 y el 25 de enero, con el lema «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Lc 10,27).
El objetivo de esta actividad es la unión entre cristianos de diferentes confesiones, para rezar juntos y mover a la reflexión. Todo con el apoyo de diferentes materiales confeccionados por la Subcomisión Episcopal para las Relaciones interconfesionales y Diálogo interreligioso, que incluye reflexiones bíblicas y oraciones para cada uno de los días del octavario.
Precisamente, el foco de de la oración organizada por Cáritas, que tuvo lugar este martes en la Iglesia de San Martín, estuvo puesto en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37): un recordatorio de cómo la iglesia tiene que ser posada y refugio, en especial para los más necesitados. Tal como explicaron diferentes trabajadores de la institución: “Nuestras comunidades deben ser abiertas, alegres, vivas. Con una inmensa capacidad de acogida, para que todos se encuentren en ella como en su casa, sin distinción”.
La jornada de celebración incluyó varios momentos de meditación, lectura del evangelio y cantos, para animar a todos los participantes a reflexionar sobre la necesidad de mirar hacia los necesitados y atenderlos desde la compasión y el amor a Dios, dando sentido a la propia vida.
Además, para ilustrar la parábola, miembros de Cáritas mostraron carteles que reflejaban diferentes situaciones actuales de necesidad, mencionando las palabras del papa durante la pasada Jornada Mundial de los Pobres: “Vivimos un momento en que la llamada al bienestar sube, mientras que las voces de la pobreza se silencian (…) La vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona“.
Por último, se entregaron semillas a todos los presentes para, de forma simbólica, plantarlas a los pies de la cruz, como compromiso personal de cada uno para “mejorar el mundo, poniendo los talentos al servicio de los demás“.