La experiencia terminó con el regreso de los voluntarios a España este fin de semana
La aventura internacional de los 10 jóvenes voluntarios de Cáritas Castilla y León en tierras ecuatorianas llega a su fin. El grupo, que incluía a dos compañeras y educadoras sociales de Cáritas Salamanca, Alicia y Celia, partió a comienzos de julio hacia Puyo, en la región amazónica del país, para vivir una experiencia completa a lo largo de todo el mes ayudando y aprendiendo en diferentes proyectos de la región, con el respaldo del Vicariato de Puyo. Unas actividades que incluyeron un campamento urbano con niños y jóvenes en situación de riesgo, contacto con diferentes comunidades indígenas en labores de apoyo y aprendizaje sobre agroecología, y trabajo con miembros de Cáritas Ecuador vinculados a la Red Eclesial Panamazónica, entre otras muchas.
Los últimos días los han pasado en la capital del país, Quito, conociendo sus rincones más emblemáticos. Aunque el que más les impactó fue el barrio de Guápulo; el mismo lugar en el que Francisco de Orellana inició su gran aventura de exploración del Amazonas. Con su regreso a España este fin de semana el viaje ha terminado, pero las experiencias que han vivido allí los acompañarán para siempre. Unas experiencias que compartirán en los próximos meses para dar testimonio de la labor que la Iglesia y Cáritas realizan allí.
El obispo vicario de Puyo, el burgalés Rafael Cob García, estuvo cerca de ellos toda la experiencia y ha querido recordar con cariño su paso con estas hermosas palabras:
“La caridad es amor y el amor no tiene fronteras. Si amar es compartir y la caridad es amor, queremos compartir lo que Caritas de Castilla y León vivió entre nosotros con su estancia en esta selva amazónica llena de sorpresas y misterio.
Los días que este grupo de jóvenes de Cáritas de Castilla y León vivieron, se basa en sintonizar y compartir con una Iglesia Misionera como es nuestro Vicariato Apostólico de Puyo, compartiendo su vida con los más pobres y necesitados. Es vivir la comunión de una fe que se traduce en mano samaritana con los más vulnerables como son los niños con los que ellos pasaron muchas horas, escuchando sus historias; historias tan diferentes al primer mundo de dónde vienen, para aterrizar en una realidad tan distinta a la que están acostumbrados, donde no falta la comida y las comodidades. Historias llenas de girones dolorosos, contadas con una expresión sincera que nace del alma infantil, dramas familiares que conmueven el corazón. Y en ese compartir, sembrar ilusión y alegría, creatividad, música, con los que ocuparon y llenaron espacios de falta de cariño y esperanza en su hogar.
Estos jóvenes se llevaran en su mente y en su corazón la riqueza exuberante de la vida amazónica, sentir y contemplar una Naturaleza que cautiva, como es la selva llena de una biodiversidad inigualable; surcar los ríos caprichosos como una cuerda que hace mil curvas en su cauce y ser bañados por la lluvia tropical sobre la barca, son parte de la aventura para conocer donde viven las comunidades indígenas, escuchar al obispo que desea trasmitirles cercanía y confianza, la energía positiva de la vida misionera, una iglesia joven como ellos, que desea con la caridad llegar a los más necesitados como los ancianos o los pequeños, conocer el proyecto Encuentro de los niños en situación de riesgo, conocer a los ancianos en el asilo Mons. Tomas Romero, cuidados con tanto amor por hermanas misioneras dando a los ancianos un trato de ternura y calidad humana y cristiana. Escuchar el testimonio de la misionera más antigua, Sor María, que, con su casi medio siglo en la Misión, les contó sus historias misioneras fue tan cautivador como conmovedor.
Fue una gracia para ellos conocer el Centro médico de especialidades Santa Narcisa de Jesús, con una Infraestructura excepcional que año tras año ha ido adquiriéndose gracias a la ayuda solidaria y buena administración que en nada tiene que envidiar a las del primer mundo, para dar una atención de calidad a los más pobres. Conocer el Museo de la Fe o el parque Laudato Si, o la cuna de la misión Canelos, compartiendo con las mujeres indígenas Uruwarmi su taller de cerámica.
Estos jóvenes no vinieron a hacer turismo, sino a dar amor que es caridad, dando su tiempo y su vida, pero como pasa a los que aman a los pobres y desgastan su vida por los demás, más que uno dar, uno recibe; más que uno enseñar, uno aprende.
Ellos vinieron precedidos de encuentros con alguien que antes conoció y vivió en esta tierra amazónica; nuestro amigo Carlos SanSegundo de la arquidiócesis de Valladolid, que les acompañó y coordinó todo este proceso y al cual agradecemos de corazón junto a todas las Caritas diocesanas que participaron de la región Castilla y León; rostros que no olvidaremos como los jóvenes varones, Juan y Gonzalo que se les veía entusiasmados con lo que aprendían, cada día, o las chicas, poniendo su nota de alegría y creatividad, como Alicia con su sonrisa o Débora con su canto en el programa de clausura y todas las demás que conformaron un equipo compacto para dar lo mejor de ellas.
Fue una experiencia inolvidable donde se sintieron como en su propia casa, compartiendo cada día la mesa con los misioneros. Estamos seguros que el pasar fronteras de las Cáritas de estos jóvenes conociendo nuestras Cáritas de esta Iglesia misionera, darán sus frutos, sabrán compartir en sus Diócesis la vivencia de estos días. Que Dios, creador de la vida desbordante y providente siga bendiciendo sus vidas y las de su trabajo en las Caritas diocesanas de dónde vienen. Gracias por vuestra compañía. Quizá muchas más cosas de las escritas ustedes vivieron; que todas hayan fortalecido su fe, su esperanza y su amor al prójimo como Iglesia samaritana y profética.”