Nos apropiamos de la frase de Nuria Reinoso, responsable del centro Baraka desde hace 12 años, junto con Luis Alberto González; para resumir en pocas palabras el relato de la gran labor que ha realizado Baraka en sus ya largos 20 años de historia, que se cumplen ahora. Resulta difícil condensar en unas pocas líneas tantas historias como he conocido en estos días de contacto con voluntarios, alumnos, responsables, amigos, profesores. En cada una de ellas hay experiencias, entrega, ilusiones, confianza, objetivos cumplidos, expectativas… pero por encima de todo, en palabras de Oscar García, PERSONAS, porque otra forma de definir Baraka sería: “un proyecto para las personas con las personas”.
“Y así empezamos”. José María Rodríguez, Carmen Benito y Belén Santamaría…. nos remontan con cierta nostalgia y con mucha ilusión y cariño a los primeros pasos de Baraka. Coinciden al calificarlo como un sueño que se empezaba a gestar: “eran los propios inmigrantes los que lo demandaban, pero la idea era hacer algo mucho más novedoso, ir más allá. Ir a un centro en el que todos pudieran participar, un Centro Intercultural”.
Baraka se proyecta en un encuentro de voluntarios, en Frades de la Sierra, alrededor de un fuego, en una noche. “Al principio empezamos a encontrarnos en una sala de espera ¿Os acordáis de aquellas tardes dando vueltas sobre cómo se iba a hacer, qué podíamos hacer? La primera etapa la hicimos realidad porque los Jesuitas nos dejaron un sitio en los bajos de la Parroquia del Milagro de San José. No podía ser permanente y teníamos que montarlo y desmontarlo cada tarde que íbamos. Aprovechábamos para hacer lo que nos pedían los grupos de inmigrantes y como lo que más había en ese momento eran personas de Senegal, les pedimos que se encargaran de la decoración y ellos mismos eran los que traían todas las cosas que formaban parte de su ambiente. Lo traían de su casa, eran sus cosas. Ese espacio nos marcó a todos porque fue una idea para luego crear el lugar de encuentro, el espacio lúdico que luego utilizamos para dar apoyo a las madres que vienen a clase”.
A lo largo de su relato van surgiendo los recuerdos… “la ilusión que teníamos aquellos días. Hubo un momento en el que no podíamos hacer tantos talleres como propuestas había. Como desde un principio teníamos la idea de la interculturalidad, nos dimos cuenta de que podíamos demostrar que una sociedad intercultural es posible y empezamos a organizar todo lo que nos pedían y se nos ocurría, siempre dinámicas muy inclusivas”.
Y los tres son capaces de llevarnos a esos momentos en los que los talleres de informática se tenían que resolver “con los dos ordenadores que teníamos”, la Oración interreligiosa en la que participaron ortodoxos, un imán… todos por la Paz, el Rincón del té, un espacio muy rico con una conversación muy abierta…. Y poco a poco van desgranando todas las etapas, los locales por donde han ido pasando, los frutos de un proceso que cada día es más completo y más profesional.
Los frutos de Baraka
Fátima Ettouzi es marroquí. Vino a España con 18 años, soltera, con más proyectos que certezas, pero con un objetivo que pudo hacer realidad. “Vine para cambiar mi vida y mejorar. Vine sola y aquí me encontré con una amiga marroquí. No sabía ni una palabra de español, me habló de Baraka y me apunté a todo. Todo lo que sé, la lengua, los cursos de cocina… me permitieron comunicarme y encontrar caminos. Luego conseguí trabajo y se me fueron quitando los miedos. Me casé y aquí me siguieron ayudando durante el embarazo, con mi hijo, con los papeles. Ahora también le ayudan a él. Es mi segunda casa. Si no hubiera tenido Baraka, nada hubiera sido igual. Cuando llegas de otro mundo, tan diferente al nuestro, te encuentras muy perdida y gracias a todos ellos todo ha sido posible”.
Abdul Fa, tiene 18 años y un gran futuro laboral y sobre todo, deportivo por delante. “Aquí empezó todo. Empecé a venir con mi madre y mis dos hermanos cuando tenía 7 años y aquí me ayudaron a estudiar la ESO. Con los profesores aprendí muchas cosas. Me ayudaron de todas las formas posibles y si no hubiera pasado por aquí, no sé si hubiera sacado la ESO. Hoy en día, estoy estudiando un módulo de Bomberos y además soy deportista. También mi afición al deporte viene de Baraka. Aquí me apuntaron en el 2015 a las competiciones en Don Bosco. Gané las 5 carreras que corrí y luego me oriente por el fútbol y hoy estoy en el Club de Fútbol Navega de juvenil regional”.
Son sólo dos ejemplos, pero las historias serían infinitas. Para participar en las actividades de Baraka no hay condiciones, ni diferencias culturales, sociales o religiosas. Todo el mundo es bienvenido y acogido. Aquí conviven todos de igual a igual, aprenden español para valerse en el día a día o para estudiar una carrera. Les trae el desarraigo o proyectos de progreso, incluso la universidad. Se integran en nuestra sociedad y algunos ya son segunda generación.
Quizás uno de los grandes momentos que vivimos con motivo de los encuentros para hacer este artículo es cuando conseguimos juntar a cuatro amigas, que pertenecen a una segunda generación ya en España. Baraka es su segunda casa, el punto de encuentro, una referencia que forma parte de su vida. En una de las conversaciones más divertidas y enriquecedoras que personalmente he podido presenciar. Su alegría y espontaneidad son el mejor resultado que se podía tener. Nos relatan experiencias diarias en una sociedad que las ha acogido perfectamente y en la que, si alguna vez encuentran algún tipo de desconfianza, ellas cuentan con herramientas para resolverlas con naturalidad. Como todos con los que hablamos, sólo tienen palabras de agradecimiento para el Centro.
Los voluntarios
Todo esto no habría sido posible sin los voluntarios. Hablamos con algunos de ellos. Muchos encuentran en Baraka espacio para seguir activos, otros la oportunidad de devolver lo recibido en etapas anteriores de su vida, otros compañía, pero la conclusión de nuestras conversaciones con ellos es que todos reciben más de lo que dan.
Delia Esther Diez, es Argentina. “Empecé a colaborar con Baraka cuando vine a España en 2015 y buscaba un lugar de referencia. Necesitaba tener algo y descubrí Baraka. Enseguida me entusiasmó. Hubo una atracción mutua, aunque para empezar tuve que buscar coraje dentro de mí, porque siempre es difícil entrar en una institución sin conocer a nadie. Pero los voluntarios y todos los compañeros me dieron tanto apoyo que yo pensaba que no podía dar nada a cambio. Fue muy emocionante porque me recordaban a mi familia. Esto es lo que es para mí, un hogar, un lugar que ahora no tengo. Es algo muy lindo y me siento muy cómoda devolviendo un poquito de lo mucho que yo he recibido. Con ellos siento los abrazos perdidos. Sólo puedo dar las gracias por lo mucho que Baraka me ha dado”.
Dolores Calvo voluntaria jubilada. “Cuando me jubilé, después de haber tenido una vida profesional en la enseñanza me encontré un poco despistada y gracias a familiares que tenían experiencia en Cáritas me ofrecí y empecé a dar clases. Es un lugar donde hay multiculturalidad, en el que cabemos todos. La organización es perfecta hay mucho respeto y entrega. Se favorece por encima de todo la integración de todos desde el diálogo y el compromiso, con una gran afectividad. Baraka es una extraordinaria oportunidad de conocer a gente de todas las culturas. Recibo más apoyo y respeto del que he recibido en las aulas y esto es lo que más me ha sorprendido y todos los días salgo muy satisfecha porque siento que estoy llevando mis conocimientos y mi experiencia vital a los demás”.
Carmen Fernández voluntaria en acogida fue emigrante en Alemania. “Viví lo que era y lo que se sentía estando en un país que no es el tuyo. Allí no teníamos nadie que nos ayudara hasta que Cáritas puso una oficina para los españoles. Por eso, cuando volví solo tenía la intención de devolver un poquito de lo que yo había recibido, ayudar como a mí me habían ayudado y la experiencia que había conseguido creo que les es útil. A veces, vienen un poco perdidos y en realidad se cuentan poco, pero a mí me ha servido mucho la experiencia, porque yo conozco las necesidades de los inmigrantes”.
Pilar García 13 años como voluntaria. Maestra jubilada, da clase a los adultos porque aunque me gustan los pequeños y “esas caritas me atrapan”, me siento muy realizada dando clase a los mayores. Son muy agradecidos y entre ellos también hay muy buena química. Nunca he tenido problemas y me ha encantado mi profesión, pero creo que aquí obtengo más satisfacción, quizá más cercana, porque además de ver que van aprendiendo, también te vas ganando su confianza. Recibes mucho agradecimiento y me encuentro muy cómoda. Hay muy buen ambiente y desde luego recibes más de lo que das”.
Amparo López Gallego, 20 años de voluntaria, auxiliar de enfermería y apasionada del mundo de los niños. “Empecé en Sancti Spíritus, luego pasamos a los Dominicos donde la ludoteca tenía un patio que daba mucho juego para nuestros niños. Mientras las mujeres reciben talleres, nosotros los cuidamos. El lenguaje no es un problema a la hora de jugar y sobre todo entre ellos, el lenguaje es universal. Las madres son súper agradecidas, vienen buscando cobijo y se encuentran muy acogidas por Cáritas. Es un lugar de encuentro, de respeto y de amistad, para mí igual que para ellas, es un lugar donde se comparten experiencias de todo tipo y aprendes continuamente, porque estás en contacto con muchas nacionalidades, culturas y costumbres. Hay mucho respeto entre todos entre ellos y por supuesto de nosotros hacia ellos. Personalmente recibo mucho y es cierto que quizás aquí se vive lo contrario de lo que se vive en la calle”.
Guadalupe Murillo “Baraka ha supuesto para mí un reencuentro con la docencia, que había dejado hace años. Pero demás, me ha dado la oportunidad de conocer y enseñar a alumnos de variada procedencia y origen socio económico, algunos muy vulnerables. Pero, también, recibir el agradecimiento de los que aprenden, su aprecio y gratitud es algo que te engrandece.
En Baraka he encontrado un voluntariado con grandes valores humanos y una dedicación extraordinarios. He visto un orden, disciplina y seguimiento personalizado a los alumnos, en general muy bien dirigido y con el que me siento muy identificada. Mi felicitación a estas instituciones tan necesarias en estos momentos de profundas crisis económicas.
Rosario Salanova Carqué “Este es el primer curso que como voluntaria imparto clases en el Centro Intercultural Baraka, pero he de decir que desde que lo conocí, me encantó. Me gustó el centro y me agradó la amabilidad de Nuria. Después me di cuenta de que hay una magnífica organización en todos los sentidos: alumnado, programaciones, etc., pero también mucho trabajo en la atención y ayuda a los inmigrantes que lo necesitan. Ahora que he comenzado ya mi segundo trimestre como “profesora”, puedo decir que estoy encantada, y agradezco a Dios, la oportunidad que me ha brindado.
Cáritas, conjuntamente con todos los voluntarios que conforman el centro, lleva haciendo en estos veinte años, una enorme y hermosa labor a la que invito a participar a todos aquellos que deseen hacer algo para que la vida sea un poco mejor allí donde estamos. Y acoger al inmigrante y ayudarle en su difícil tarea de integrarse en un nuevo país, no hay duda de que es humanizar la vida: la nuestra y la de ellos.
Luchando por un mundo mejor
Ni siquiera durante la pandemia, Baraka dejó de funcionar. No se cortaron los contactos. Nuria y Luis lo recuerdan como una etapa dura, diferente, en la que hubo que resolver muchas cosas. “En algunos casos, les llevamos a casa cosas que podían necesitar y por teléfono se atendían todas las necesidades. Hay que pensar que para ellos fue muy duro. Además de la pandemia, estaban en un país desconocido. Algunos de ellos llevaban poco tiempo y se encontraron con un encierro, sin recursos, sin familia. No sabían cómo estaban los seres queridos que habían dejado en sus países donde además, sabían que estaba todo peor, o con menos medios, Algunos no sabían cómo actuar en caso de necesidad, donde acudir, como conseguir comida… y sin embargo, muchos de ellos, fueron los que dieron servicio a nuestros mayores, los jornaleros que trabajaron en el campo, los que dieron cobertura en trabajos esenciales, etc.
En la gestión de este CENTRO INTERCULTURAL, Nuria y Luis son los engranajes que permiten que Baraka se mueva en el clima de cordialidad, respeto, afectividad y orden que requiere un proyecto tan sensible y delicado.
Son los responsables de que cada historia que acontece entre sus paredes se pueda medir con los resultados de la integración, el respeto por la persona individual y el amor al prójimo.
Esther Sánchez, voluntaria de Cáritas Salamanca.
Actividad financiada por el IRPF de la Junta de Castilla y León, la Diputación de Salamanca y fondos propios.