En este Día Europeo contra la Trata de Seres Humanos –18 de octubre–, el Grupo Intereclesial contra la Trata, apoyado en nuestras acciones por la Sección de Trata de la Comisión Episcopal de Migraciones, reconocemos el gran trabajo que se viene haciendo desde distintos estamentos para visibilizar a las víctimas.
Al mismo tiempo, constatamos la continua fuente de sufrimiento que suponen las modernas formas de esclavitud y denunciamos seriamente la complicidad con la que la sociedad tolera y mantiene todo tipo de trata: explotación sexual, laboral, tráfico de órganos, mendicidad, matrimonios forzados, comisión de actos delictivos… o cualquier otra forma de explotación.
Esta complicidad se traduce en desconocimiento, indiferencia, falta de denuncia, y consumo de prostitución y de productos elaborados como consecuencia de la explotación laboral.
“Existe quien, aun conociendo el problema, prefiere no hablar porque se encuentra en el final de la cadena de consumo, ya que si bien los traficantes son un eslabón en la cadena de la trata, otro lo es la demanda que genera el mercado. Para acabar con la trata es necesario terminar con la demanda” (Papa Francisco).
Hoy, cuando millones de personas se ven forzadas a abandonar sus lugares de origen huyendo de las guerras o del hambre, reivindicamos su derecho a migrar con garantías: a la acogida en los países de tránsito o destino, a buscar una vida mejor, a que no se les cierren las puertas, a que se les dé una oportunidad de vivir con dignidad y a ser integrados en la sociedad como constructores de la misma, sin ser víctimas de trata.
“La trata de personas es un crimen contra la humanidad, una forma de esclavitud de las personas más vulnerables de la sociedad, por ello es necesaria una toma común de responsabilidad y una decidida voluntad política para hacerle frente” (Papa Francisco).
Reclamamos mayor sensibilización y formación para detectar y visibilizar a posibles víctimas de trata. Urge pasar de la ignorancia del fenómeno a una toma de responsabilidad personal y colectiva que nos comprometa en la erradicación de esta forma de esclavitud.
Reclamamos a las entidades públicas:
- Políticas que acaben con la pobreza extrema, la violencia, la corrupción, el crimen organizado y la trata y tráfico de seres humanos.
- Rutas migratorias seguras y legales, que garanticen la defensa de la dignidad humana y sus derechos fundamentales.
- Facilitar el desarrollo humano integral, con una educación de calidad desde la infancia y creando oportunidades de formación y empleo en los países de origen.
Reclamamos a las entidades eclesiales:
- Secundar la llamada del Papa Francisco a acoger, proteger, promover e integrar a migrantes, refugiados y víctimas de trata de personas.
- Implicación en la sensibilización, difusión y puesta en marcha de los 20 puntos de acción propuestos por la Santa Sede para los Pactos Globales sobre Migrantes, Refugiados y Víctimas de Trata 2018 de Naciones Unidas.
Reclamamos al conjunto de la ciudadanía:
- Implicación activa y efectiva para luchar contra todo tipo de esclavitud, cuestionándonos nuestra forma de relacionarnos con los migrantes y nuestros hábitos de consumo.
- Coraje y honestidad para optar por un posicionamiento claro en contra de la trata de personas.
- Preguntarnos sobre nuestro modelo de crecimiento económico que, como nos dice el Papa Francisco, prioriza el dinero antes que a las personas.
Pedimos, con la esperanza de fomentar una solidaridad efectiva con las personas que sufren esta esclavitud, no caer en la indiferencia, escuchar el grito de tantas hermanas y hermanos privados de dignidad y de libertad, y sanar sus heridas.
Soñamos y trabajamos por un mundo en paz, que sea la casa común donde todos nos sintamos parte de esa gran familia que es la Humanidad, en igualdad. Un mundo donde, por fin, se rompan todas las cadenas de la esclavitud.